viernes, 24 de julio de 2009

SERIE "ANTROPOMORFOS"

La serie de los antropomorfos comenzó de una forma curiosa. Hagamos un poco de historia.

En las clases de antropología filosófica, en el instituto, con los alumnos, hablamos del tema de la conciencia. Conciencia en sentido general (no en el sentido de “conciencia moral”). Hablamos de la conciencia de los seres humanos, y de la conciencia de los animales. (Los animales superiores la tienen con total evidencia; los inferiores cuesta más verlo, pero también). Y luego hablamos de la conciencia de las plantas. Esto genera un verdadero debate, muy rico en sugerencias. Tras esto pasamos a explorar la posibilidad de otras formas de conciencia. Conciencia expandida a través de drogas. Conciencia expandida a través de ejercicios espirituales (meditación, yoga, zen…). Conciencia expandida en los místicos, santos, chamanes, visionarios… y cualesquiera otras personas que hayan indagado en los límites del conocimiento humano de la realidad. El tema en general despierta en los chavales inquietud y curiosidad mezcladas.

Un día (aquí viene lo bueno) un alumno me preguntó si en filosofía se aceptaba la posibilidad de vida en otros planetas. Le dije que por supuesto que sí (recordé a Giordano Bruno, y su hipótesis de la infinitud de mundos habitados, por la cual fue quemado en la hoguera… y esto dio para buena parte de la clase). El alumno volvió a levantar la mano y preguntó si la idea de una vida extraplanetaria admitía también el que existieran especies inteligentes al nivel de la nuestra. Yo le dije que ese era un tema más difícil, pero que en buena lógica, y si no excluíamos ninguna posibilidad, la respuesta debería ser afirmativa. Y el chaval, no satisfecho del todo, me lanzó la tercera (definitiva) pregunta: Y… ¿cómo será el cuerpo, el organismo, de esas otras especies inteligentes (de nivel similar al humano) de otros planetas habitados? Y ya nos dio el tema para acabar esa clase entera y buena parte de la clase del día siguiente.

Pero a mí la pregunta se me quedó resonando en el interior durante varios días: …Cuando los seres vivos evolucionan en un planeta (el que sea) y desarrollan sus cuerpos conforme a las condiciones ambientales que tengan… al ir manifestando niveles evolutivos superiores en inteligencia y conciencia con el paso del tiempo… ¿tenderán a desarrollar organismos similares al cuerpo humano?, ¿o más bien podrán ser de formas muy variadas y diferentes a la nuestra?

Todo ello me era muy sugerente, y me hizo comprender que tal vez el organismo humano sea una forma arquetípica propia de determinado nivel de conciencia. O tal vez no, y resultaba que podía haber otras formas arquetípicas donde la conciencia y la inteligencia se manifestaran también al mismo nivel que el humano. Así que decidí hacer una serie de dibujos sobre posibles formas orgánicas, muy cercanas a lo humano, que supuestamente tuvieran un nivel de conciencia como mínimo como el nuestro. Y de los dibujos pasé a los bocetos para cuadros medianos, y de ahí a los cuadros grandes. La experiencia me gustó mucho. Y la serie cuenta ya con unos 30 cuadros aproximadamente.

Por eso la serie “Antropomorfos” indaga sobre los límites y las posibilidades de la figura humana (y transhumana o parahumana) como encarnación de lo espiritual en la materia.

Luego, a lo largo de la serie, comprendí que esta idea no era nueva. Y que, por ejemplo todas las figuraciones artísticas de ángeles y demonios, iban en la misma línea. También las imágenes de mitología o leyendas de la antigüedad. Y que en la iconografía oriental hay un montón de investigación sobre el tema (seres celestes, dioses menores, habitantes de los inframundos…). Así que me sentí un poco defraudado por mi falta de originalidad, y a la vez acogido por toda una corriente artística que toma esto como tema serio y suficiente de sus obras de arte.

Nota: Si queréis ver las imágenes de la serie, id al final del blog.

jueves, 13 de noviembre de 2008

POR DONDE MIRAR



Estas son algunas de las ventanas por donde mirar. Son ellas las que me han ido encontrando en puntos muy distantes de la geografía ibérica, y, en algunos casos, algo más allá.





La ventana es doble realidad. Funde interior y exterior. Es frontera ambigua. Protege, vela, ilumina y muestra. Siempre asociada a la respiración y a la luz, es de naturaleza claramente espiritual. Como el rostro de las personas.







La ventana "es" o existe por aquello que deja ver a través de ella. Su esencia es estar vacía de sí misma y tranparentar todo lo demás. Es su ser "a-través-de-la-cual" lo que la hace tan importante en nuestros hogares y edificios. Es símbolo del destino humano, y también del ser humano mismo.



Cuando abrimos una ventana, abrimos los pulmones, abrimos el abrazo, abrimos la posiblidad de ver a lo lejos. Limpiamos el aire enrarecido, refrescamos y renovamos. Abrir una ventana es signo de confianza, de comunicación, de aceptación y búsqueda.



Ojo y ventana. Pulmón y ventana. Mano y ventana. Abrir y cerrar. Unir o separar.




Muro transparente y delicado. La ventana soporta el mismo peso que el resto de la pared. Pero es esa "fragilidad" suya la que la hace pertenecer a un nivel ontológico superior, pues por ella tiene capacidad de visión. Es la transmutación del muro; el modo en que el muro aparecería ante nuestros ojos si pudiera mostrar todo lo que está llamado a ser.



Inocencia o seducción, la ventana es de naturaleza doble. Géminis. Su labor para el rostro es múltiple... ocultarse, cotillear, empañar, deslumbrar, observar, descansar, reflejar...



Siempre me pareció que las ventanas encierran un misterioso rincón de la vida íntima de las personas. El lugar donde su casa, sin darse definitivamente, se abre al mundo... Es como un punto de engarce entre la privacidad de la vida familiar, y el contacto con el exterior social. De igual modo la ventana manifiesta algo del modo en que una persona o una familia quiere aparecer ante el mundo. Es como un carnet de identidad familiar: ostentosa, sencilla, altiva, amigable, estrecha, generosa, engalanada, pobre, impenetrable, abierta, oscura, luminosa...



Los cuentos infantiles están llenos de ventanas. Las princesas y los reyes; los magos y los caballeros; las hadas y los duendes siempre miran y se muestran a través de las ventanas.


Piel de los edificios. Piel de doble vuelta. Membrana de dentro y membrana de fuera. Permite el paso de las formas, pero no de la materia, el paso de la luz, no de los cuerpos.








Ventana y construcción. Ventana y civilización. Ventana como soporte, como diseño, como arquitectura, como solución.

viernes, 20 de junio de 2008

UN POCO DE FILOSOFÍA

1. IMPULSOS ANÍMICOS

La ilusión y el hastío son dos impulsos anímicos del ser humano que pueden ser considerados con toda seguridad como órganos psíquicos de conocimiento. Por una parte, la ilusión es fuerza motriz, porque nos impulsa hacia el objeto que nos atrae, interesa o ilusiona. Pero es fuerza ciega, porque no discierne el valor real del objeto. De hecho, a veces nos ilusionamos por cosas que, luego, con el tiempo, descubrimos de muy poco valor o importancia. Por el otro lado, el hastío también es una fuerza, pero en este caso no motriz sino orientadora, pues nos ayuda a discernir lo vano y lo vacuo frente a aquello que es pleno de sentido.

De niños, hasta el más pequeño detalle de la realidad es motivo de ilusión para nosotros, pero conforme aumenta la experiencia del mundo, nos volvemos más selectos, y elegimos como objetos de ilusión aspectos de la realidad de mayor relevancia para nuestra vida. Sin embargo, una y otra vez el hastío hace que perdamos la ilusión por aquello por lo que antes tanto nos afanábamos. Este proceso es constante: ilusionarse y hastiarse, ilusionarse y hastiarse... Y mientras la ilusión, como fuerza motriz, hace su trabajo (impulsarnos hacia el objeto u objetivo), el hastío, como fuerza orientadora, cumple el suyo (discernir lo vacío de lo pleno).

Este proceso pudiera parecer triste, y de hecho así lo pensamos casi siempre; pero en realidad no lo es. Al contrario, es motivo de alegría, pues es un proceso necesario para el despertar espiritual. El hastío nos hace descubrir la vanidad de toda cosa contingente, y la futilidad de muchos empeños humanos; y de ese modo nos orienta hacia el único objeto de plenificación para el espíritu humano, que no es otro sino la Divinidad.

Ya el poeta Antonio Machado decía: "Todo criatura es triste lloro" en referencia a la inevitable contingencia de todas las cosas particulares existentes. Es un tema clásico del Budismo: puesto que la felicidad que las cosas nos ofrecen es temporal y pasajera, y por lo tanto destinada a acabar, el corazón humano no termina de satisfacerse plenamente nunca, y por ello se ve obligado a practicar la "des-ilusión universal". Esta consiste en comprender que el infinito anhelo de felicidad que tiene el ser humano no puede ser llenado nunca por ninguna entidad contingente (sea cosa, proceso o persona particular), sino tan sólo por una fuente proporcionada a dicho anhelo: una fuente infinita.

Así pues, es importante dejar que "el hastío de las cosas que se agotan" oriente nuestra mirada hacia aquello que es inagotable, hasta comprender que nuestro corazón no ha sido hecho para entretenerse en lo contingente, sino para encontrar lo Infinito. La fruición de la divinidad infinita es el licor que nuestra alma anhela.


2. ¿POR QUÉ HAY ALGO, EN VEZ DE NADA?

Esta es una pregunta que muchos seres humanos nos hemos hecho alguna vez a lo largo de nuestra vida. Quizá en algún momento de esos en los que, de modo natural, nuestra mente está en actitud reflexiva contemplando el universo que nos rodea. Al observar toda esta riqueza de formas y seres, sin juicio de ningún tipo... puede surgir en nuestro interior el deseo de conocer el origen de todo esto... ¿de dónde ha salido todo lo que veo y siento? Y si hacemos un leve esfuerzo por imaginar de golpe, como en bloque, como en una unidad, ese "todo"... puede surgir entonces la gran pregunta, la pregunta primera de toda metafísica posible: ¿Por que hay algo en vez de nada?

Los grandes sistemas metafísicos se han planteado esta pregunta ya desde hace muchos siglos, y todos ellos la han contestado de una u otra manera, con diferencias importantes. Pero todos ellos, a pesar de sus discrepancias, están de acuerdo en un detalle fundamental. (Como se verá a continuación, por ser "fundamental", deja de ser "detalle" y se convierte en "pilar básico").

La primera evidencia que tenemos, gracias a nuestra facultad de percepción, es que existen seres, existen cosas... en definitiva existe "algo". La mayor parte de la gente presupone que este "algo" ha tenido que tener un principio. Por lógica antes de ese momento inicial existiría la nada. Pero (y aquí viene el primer escollo) ¿puede existir "la nada"? Si afirmáramos su existencia entonces admitiríamos que está dotada de ciertas características: primero, que sería "existente"; segundo, que tendría posibilidad de generar de sí misma "algo" (lo que vemos ahora); tercero, que estaría situada en el tiempo, por ser anterior al "algo" que ahora hay... A poco que reflexionemos nos daremos cuenta de que si "la nada" está dotada de características, entonces ya no es "nada". (No olvidemos que "nada" significa eso: "nada-nada, nada-nada"). Así pues, la nada no puede darse, no puede existir. Y de este modo la primera gran conclusión es esta: siempre tiene que haber algo, siempre ha habido algo, y siempre habrá algo. Es decir la sustancia básica del universo es eterna.

De modo que, la primera pregunta de ¿por qué hay algo en vez de nada? se contesta diciendo que es porque la nada no puede existir. Esto es fácil. Pero aquí llega una gran división mundial de las metafísicas: admitamos que la sustancia básica del universo es eterna, pero ¿cuál es su naturaleza?, ¿se trata de una sustancia material, energética, mental o espiritual? En general las diferentes posturas se engloban en dos grupos: (1) aquellos que afirman que la sustancia es materia-energía, y que el universo visible es eterno; y (2) aquellos que afirman que la sustancia que ahora vemos no tiene en sí misma la capacidad de existir, sino que su existencia le viene dada por una sustancia previa de tipo espiritual, sea esta una Mente Cósmica (Hermetismo), Dios (Cristianismo), un Fondo Espiritual Incognoscible (Taoísmo) o la Base Espiritual Impersonal de toda la existencia (Budismo)... por citar algunas de ellas. En este segundo caso dicha sustancia espiritual sería eterna.

Es decir que, en cualquier caso, sea como sea que se considere la sustancia que ahora percibimos: o bien que exista por sí misma, o bien que sea generada por otra de tipo espiritual... lo que es cierto es que la Sustancia Fundamental es eterna. Luego el Ser Eterno existe. Que es a donde queríamos llegar.


3. DIVINIDAD, EMANACIÓN, LIBERTAD Y CAÍDA

[Clave de lectura. Se usan indistintamente los términos: Divinidad, Dios, y EL/ELLA]

La Divinidad emana de sí una infinidad de almas individuales para hacerles partícipes de Su Infinita Vida de Plenitud. Porque la esencia de la Divinidad es darse infinitamente. (Dios es un eterno resplandecer). Y como todo es la Divinidad, las almas individuales también son de sustancia divina. En cada una de ellas la Divinidad se autolimita hasta la individualidad (misterio de la encarnación eterna), para así compartir su Amor-Plenitud. No porque EL/ELLA necesite ese compartir, sino porque voluntariamente la Divinidad quiere ofrecerles una Eterna Felicidad a las almas creadas/emanadas. Ellas sí lo necesitan.

Las almas son creadas libres, para que puedan elegir gozar, o no, en y de la Presencia Divina. Esta no puede concederles obligadamente su Eterna Vida de Plenitud, sino dejar que ellas la elijan voluntariamente. Así Dios les da gratuitamente el Amor-Todo, y ellas lo reciben al completo tan sólo a condición de que así lo quieran y de que lo emanen a su vez a las demás almas. De este modo la comunidad de Amor y Conocimiento es perfecta. Comunidad entre la Divinidad y cada alma, y comunidad de las almas entre sí.

Pero las almas caen de esa su situación originaria. Y caen de modo voluntario. ¿Qué podría hacerles caer si ya lo tienen todo, pues la Presencia Divina es su Máxima Plenitud? No cabe duda de que deben de experimentar la sospecha de que tal vez pudieran tener algo más. Esto ha de ser así, porque ningún alma abandonaría voluntariamente su vida en la Presencia Divina, si tal abandono no supusiera una ganancia, al menos aparentemente (y en el fondo de modo engañoso). Su sospecha debe de ser que el Amor-Todo que reciben de la Divinidad (que es en realidad la única fuente) pueden generarlo por sí mismas, pretendiendo así convertirse, ellas, en el Núcleo Real del Ser, y olvidando que sólo hay un Núcleo Real del Ser: la Infinita Voluntad-Bondad de Dios.

Esta tentadora sospecha, cuando enraíza en el alma, y esta la desea, le lleva al alma a aspirar a una "categoría (aparentemente) superior": dejar de ser una emanación individual, para ser Dios mismo.

Es cierto que el alma es de naturaleza divina, como quedó señalado más arriba, pero por ser emanada es individual, y por lo tanto contingente. No puede, pues, pretender ser Dios y a la vez mantener su individualidad. Esto es ontológicamente imposible, y moralmente un error de máxima soberbia. Podría, en todo caso, ser Divinidad si renunciara absolutamente a su individualidad y "desapareciera" (por decirlo así) completamente, reintegrándose en el Todo, tal como afirma el Panteísmo (caso de la gota de agua que se diluye en el océano). Aunque de este modo, al desaparecer, no sería cierto eso de que "ella se ha hecho Dios", pues ya no habría ninguna "ella". Sólo cabría decir "Dios sigue siendo Dios".

Hay una segunda sospecha que tienta a las almas. Estas suponen también que ese Amor-Luz que viene de la Divinidad, y que ellas, según su primera sospecha, podrían auto-generar, sería mejor no compartirlo, sino guardárselo para sí mismas, y así, de alguna manera, "no malgastarlo". Este es un error de egoísmo, que supone en el alma la tendencia a disfrutar ella sola de dicha Plenitud. Pensar que la "felicidad" es una cosa de "para mí solo".

Cuando el alma, tras estas sospechas tentadoras, pretende convertirse en Dios mismo sin abandonar su individualidad, genera automáticamente un rechazo de la Divinidad, considerando que no la necesita. En esta situación el alma desea, espera y supone poder ser la Fuente de todo Poder y Luz. Y de este modo se separa voluntariamente y sin remedio de Dios mismo y de la común unión con las demás almas. Y cae. Porque esa separación es la caída.

Su error de soberbia ("yo lo puedo hacer todo") y de egoísmo ("todo sólo para mí") la alejan de la Divinidad, perdiendo las dos fuentes previas de Infinita Felicidad: el Amor Divino y su común unión sin error con las demás almas. Así el alma cae hacia la tiniebla y la soledad espirituales como consecuencia inmediata, inevitable e inherente de la soberbia y del egoísmo. Así el rechazo de la Divinidad es la caída misma del alma.

martes, 13 de mayo de 2008

A N T R O P O M O R F O S

Temática

Estas son algunas de las piezas que constituyen la serie de "Antropomorfos". La serie indaga sobre los límites y las posibilidades de la figura humana (trans-humana y para-humana) como encarnación de lo espiritual en la materia.


"Quiere alcanzar algo" 80 x 110


En las obras de la serie se busca intencionadamente el espacio intermedio y oscilante entre lo abstracto, lo orgánico y lo figurativo. Este constituye EL ESPACIO SIMBÓLICO, y por eso es el espacio idóneo para la temática. En él es posible buscar y encontrar las equivalencias pictóricas de los impulsos cósmicos de creación, crecimiento, reproducción, límite, lucha, tragedia, apocalipsis, muerte, conocimiento, revelación, luz y redención, que son las doce grandes metáforas de la existencia que se aproximan a lo divino.


"El esquizofrénico" 60 x 138


La idea básica de la obra en su conjunto es la representación de esos impulsos cósmicos o arquetipos universales, por una parte; y la vinculación necesaria del hombre con lo trascendente, por otra. Por eso constituye a menudo una pretensión por recuperar dichos arquetipos (sean naturales, humanos, metafísicos o celestiales), teniendo en cuenta que una obra plástica anhela reflejar la ley-arquetipo que existe en el aspecto o dimensión de la realidad que se pretende mostrar.


"Hombre-pájaro" 91 x 112


Las obras son pues, un deseo de expresar plasticamente elementos de carácter filosófico y/o trascendente, a través del misterio de la encarnación, entendido este de un modo muy amplio. Y desde luego sin ajustarse a los límites de ningún dogma establecido, sino siempre desde un deseo de sugerencia e incitación al vuelo estético o la reflexión filosófica.


"El paseante matinal" 70 x 100

"Antropomorfos" surgió por la necesidad de indicar que la dimensión espiritual es mucho más amplia que la humana, pero que necesariamente se encarna en esta, o en otras similares (trans-humanas, o para-humanas). Por eso la tendencia natural de lo humano es hacia lo espiritual o celeste, además de aquellas tendencias que comparte con los animales y el resto de seres vivos.

Angel amanecer, 120 x 60

Técnica

La línea general del trabajo de la obra es el desarrollo de ensamblajes, collages y relieves policromados.

Se utiliza abundantemente el reciclado de materiales orgánicos. Para las zonas de ensamblaje, fundamentalmente la madera vieja reciclada. Para las zonas de collages, la tela, el cartón y el papel, pues son más dúctiles en el trato. Para efectos determinados se usan (en menor cuantía y con mucho comedimiento) corcho, hilo, cuero, arena, piedra machacada, yeso, látex, polvo de marmol, metal...


Todos los materiales son trabajados previamente antes de su inclusión definitiva. Así la obra se desarrolla y ejecuta técnicamente de un modo heterogéneo, buscando que la diversidad de elementos se integren en una composición equilibrada.


Averroes, 122 x 70

La adhesión de elementos matéricos en el cuadro le ofrece una serie de texturas que aumentan las calidades tactiles del mismo, sumándose a las calidades visuales básicas (línea, color, planos, luminosidad, profundidad y contraste) y aumentando así las posibilidades expresivas.

Es importante indicar que la investigación matérica añade una dosis de azar en la elaboración del cuadro que genera sorpresas y resultados estéticos muy interesantes.


El soporte es la tabla, que permite la regidez necesaria para la adhesión de material en el cuadro. La pigmentación se basa principalmente en el óleo. Sin embargo, eventualmente se acompaña de bases de acrílico, trementina coloreada, esmaltes y/o barnices. Para los toques finales se utilizan, en algunas ocasiones, tintas, grafito, ceras o lápices de color.



Cariátide con alas, 80 x 110


De este modo se potencian los efectos psíquicos de los colores, buscando constantemente los acordes musicales que se derivan del tema (como la irisación de un cristal semi-opaco, cuarzo o alabastro). Como aglomerantes, el látex, la cola, el barniz, el aceite o, a veces, el pegamento de contacto. Aunque lo más habitual es el uso de resinas sintéticas de polivinilo.